No hay nada en esta vida como tener la certeza de que has tomado la mejor decisión. Irte a la cama sabiendo que lo que has escogido es, indudablemente, lo que más te convenía. Una sensación que, en finanzas, es difícil experimentar.
Y si no, que se lo digan a todas esas personas que están comparando diferentes opciones de préstamos o créditos. Todos los que llevan días, semanas o menos haciendo cálculos para descifrar qué opción les conviene más.
La culpa de ese quebradero de cabeza la tienen, en muchos casos, las tasas de interés. Más concretamente el debate eterno entre escoger las tasas de interés fijas y las tasas de interés variables. Un debate que tiene un gran impacto sobre el bolsillo.
No es sencillo escoger. Pero desde Moneyman queremos arrojar un poco de luz sobre tus posibles dudas y ayudarte a elegir informado con un artículo que te aclare las ventajas sobre cada una de las tasas disponibles.
Como siempre, la decisión está en tus manos. Pero si los próximos párrafos te ayudan a tomarla con un poco más de seguridad, ¡este artículo habrá servido de algo!
Es posible que para muchos esto de las tasas de interés sea algo completamente nuevo. Algo de lo que no habían oído hablar hasta el momento de ponerse a buscar un préstamo para ese proyecto que tienen en mente.
Pero no hay problema. Te explicamos las diferencias de ambos tipos de tasas de interés.
Con esta diferencia bien clara, ahora toca desgranar cuáles son las ventajas o beneficios que ofrece cada una de las opciones. Porque, como siempre en finanzas, todas las opciones tienen sus partes buenas (y no tan buenas).
Empecemos por hablar de las tasas variables. Para muchos, la opción descartada automáticamente. Y es que, de primeras, puede resultar la menos atractiva por una simple desventaja: la incertidumbre.
En este artículo te vamos a demostrar que no todo lo que rodea a las tasas de interés variables es negativo. De hecho, te sorprenderá saber todo lo bueno que tienen para ti y tu bolsillo.
Las tasas de interés variables salen a cuenta. De verdad. Y si no, solo tienes que echar un vistazo a todas aquellas personas que en épocas de bonanza económica han acabado por pagar mucho menos que las que apostaron por la opción fija.
De hecho, las tasas de interés variables suelen ofrecer una condiciones de partida bastante mejores que las tasas de interés fijas. A cambio de menor estabilidad y menor proyección, se suele obtener una tasa más baja. Y aunque en algunos casos acaba por subir, en otros también puede bajar.
La principal ventaja de las tasas de interés variables es precisamente esta: una mayor probabilidad de que el porcentaje a pagar acabe por bajar y te beneficie en tus pagos mensuales.
Otra de las grandes ventajas de este tipo de intereses es su flexibilidad. En la gran mayoría de casos, apostar por estas tasas supone una mayor flexibilidad en cuanto a cantidades de dinero a prestar, plazos de devolución y condiciones en general.
¿Por qué? Porque el dinero prestado estará a merced de la evolución de la economía. Y precisamente por eso, el prestamista no arriesga tanto con esta transacción. Digamos que se puede “permitir” alargar plazos, prestar más dinero o ser más flexible.
Gracias a esta flexibilidad muchas personas tienen acceso a créditos y préstamos necesarios para llevar a cabo proyectos a largo plazo como comprarse una casa, abrir un negocio o reformar la vivienda familiar después de muchos años.
Los créditos y préstamos de tipos variables se caracterizan también por algo muy ventajoso: los pagos por adelantado de la cantidad prestada. En muchos casos, esta opción no está disponible o viene con una penalización. Pero con este tipo de préstamos no suele ser así.
De hecho, esta es una gran ventaja para esos momentos en los que una cantidad extra de dinero que no se contemplaba hace acto de presencia. Una herencia, un bono o el dinero obtenido de una venta puede ser un respiro para la deuda de cualquier persona.
Sin embargo, en el caso de los créditos con tipos de interés fijos, no siempre es posible devolver una cantidad mayor de dinero para reducir la deuda de golpe. Solo se pueden cumplir los tiempos acordados. Sin salirse del plan.
Seguramente te estés preguntando: ¿y qué pasa cuando hay inflación? ¿Los intereses se disparan? Muy buena pregunta.
La primera respuesta es sencilla: sí. Al contrario que con las de tipo fijo, si los precios suben, los intereses a pagar por tu crédito variable también subirán. Pero precisamente en estas situaciones (que afectan a tanta gente), es cuando se hace algo poco común: limitar y controlar la subida de los intereses.
Podríamos decir que si apuestas por unos tipos de interés variables, es más probable que en una situación de inflación, el gobierno entre a controlar el avance de tu deuda. Porque el impacto es mayor.
Por último, otra de las ventajas de los tipos de interés variables (fuertemente vinculada a la flexibilidad) es la opción de negociar un refinanciamiento con la entidad financiera que otorga el crédito o préstamo.
Al tratarse de unas condiciones más cambiantes, es más frecuente que las partes involucradas reconsideren las condiciones y lleguen a nuevos acuerdos en base a la nueva situación económica. De esta manera, existe la opción de cambiar “las reglas del juego”.
Ahora toca hablar de los intereses fijos. Una opción que muchos prefieren y con motivos muy claros. La estabilidad y el control del gasto son los principales.
Gracias a una tasas de interés fijas, el prestatario tiene más fácil hacer cálculos a largo plazo. Y es que con unos intereses previamente acordados, es sencillo proyectar cuánto dinero tocará pagar en cada mes que dure el préstamo.
Esta ventaja es clave para aquellas personas con estabilidad financiera y un plan económico muy claro. Con este tipo de préstamos se reducen las sorpresas y se puede definir qué cantidad de dinero habrá que destinar cada mes a saldar la deuda.
Como ya hemos dicho: habrá menos sorpresas. Con una tasa de interés fija, el préstamo dependerá mucho menos de la situación económica y su avance. Y eso se convierte en una mayor seguridad sobre el préstamo.
En la mayoría de casos, aquellas personas que firman un préstamo fijo, no tienen que volver a preocuparse de sus intereses hasta que acaben de pagarlo. De esta manera, no tienen que estar pendientes de índices macroeconómicos como el Euríbor o la inflación.
Cuando todo se mantiene estable, es más fácil comparar. Sobre todo cuando se trata de un préstamo y los intereses que tocan pagar por él. Y esto es posible gracias a los intereses fijos.
Si estás dudando entre varias opciones y quieres hacer cálculos sobre cuánto te costará el préstamo, con una tasa de interés fija lo único que necesitarás es una calculadora. La cantidad prestada, el porcentaje de interés y los plazos de devolución son las únicas variables que tendrás que tener en cuenta.
De esta forma, otros aspectos volátiles del entorno económico se quedan fuera de la ecuación. Menos riesgos, menos fluctuación y mayor sencillez.
Si tienes todo planificado, la posibilidad de que haya sorpresas se reduce y es más fácil cumplir con los tiempos y las condiciones. Y si algo se tuerce, también puedes actuar con mayor seguridad y tomar decisiones mucho más estratégicas.
Gracias a las tasas de interés fijas, es más fácil organizarse y evitar problemas. Siempre que sigas con un plan claro y tus finanzas tengan la solvencia necesaria, evitarás caer en el impago de tu deuda y los problemas que eso supone.
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No todo es blanco o negro. Ya sabes que en el mundo de los préstamos y de las finanzas todo se mueve en una escala de grises. Una escala en la que tendrás que encontrar el tono que mejor se adapte a tus necesidades y a tus planes.
Siempre es importante que tengas en cuenta todas las variables que pueden afectar a tu plan. La estabilidad, los plazos, la financiación… No se trata de una decisión para tomar a la ligera. Cuanta más información tengas, mejor.
Desde Moneyman te recomendamos que consultes siempre con un experto y compares muy detalladamente las opciones. Muchas veces, una pequeña condición puede tener un gran impacto sobre el plan completo.
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