Las APIs abiertas están cambiando la industria de la banca, haciéndola menos hermética y permitiendo que distintos jugadores del ecosistema compartan recursos para crear servicios innovadores.
La primera vez que en España una entidad bancaria abrió los datos de sus transacciones a través de una API para ponerlas a disposición de terceros databa 2013. Desde entonces muchas más han abierto estos y otros datos para que miles de programadores y desarrolladores mejoren las prestaciones que las aplicaciones bancarias traían de serie o incluso creen las suyas propias, dando lugar a muchas FinTechs.
Pero empecemos por el principio. Una API (siglas en inglés de Application Programming Interface) es una interfaz con un conjunto de bibliotecas o paquetes de software preparados para que otro software o programa pueda “llamarlos” y ejecutarlos.
Mientras las APIs cerradas limitan el número de llamadas que puede hacer un determinado software, las APIs abiertas (u Open APIs) no tienen estas restricciones y permiten que se usen sus especificaciones y funciones sin necesidad de reescribirlas desde cero. Esto ahorra mucho tiempo y recursos a los desarrolladores que quieran crear programas similares.
Hootsuite, por ejemplo, se basa en la API de Twitter. Es una herramienta de gestión de esta red social cuyos desarrolladores usaron parte del código original de Twitter para crearla, ya que emplea muchas de sus funcionalidades. Pero mientras esta API es cerrada y tiene restricciones, los bancos están apostando por modelos abiertos y transparentes abriendo sus APIS para compartir información con terceros.
El caso de las APIs abiertas bancarias
La apertura de los servicios bancarios es un win-win-win porque ganan todas las partes: los clientes, que tienen más opciones y servicios entre los que elegir (ya no sólo bancarios, sino de las FinTech), los desarrolladores, que con menos esfuerzo pueden crear nuevas aplicaciones y propuestas innovadoras, y los bancos, que pueden diversificar su negocio.
Las APIs abiertas bancarias han promovido la competencia y han estimulado la innovación en un sector que hasta hace poco se caracterizaba por su hermetismo y cuyas restricciones legales se están flexibilizando para adaptarse al nuevo escenario.
Las APIs abiertas persiguen además una mayor transparencia en la banca y acabar con las malas praxis. Pero para que esto se cumpla hay que definir una serie de directrices sobre lo que se puede compartir y cómo y crear una API bancaria abierta y estandarizada, para que esté respaldada por una tecnología y una interfaz uniforme para todos, segura y verificada.
Aún no se ha llegado a este punto, pero se están dando pasos. El British Open Banking Working Group (OBWG) definió recientemente el Estándar de la Banca Abierta (Open Banking Standard), que marca los límites entre la cesión de los datos por parte de los consumidores y el uso que pueden darle los desarrolladores para crear sus aplicaciones (aunque sólo es de ámbito británico).
En los países de la Unión Europea las APIs bancarias pueden funcionar de manera oficial desde que el año pasado las reconoció la DSP2 (Directiva de Servicios de Pago 2). Esta directiva ha traído cambios sobre todo para los proveedores de servicios de pago que no están vinculados a los bancos, ya que les permite acceder legalmente a su infraestructura y a los datos de los clientes (siempre y cuando estos den su consentimiento).
Poco a poco algunos grandes bancos están empezando a generar negocio con sus Markets de APIs, para definir un ecosistema Open Bank que se retroalimente y del que surjan servicios e ideas innovadoras.
Lara Olmo de Miguel
@Laoldemi